Fichas para discutir la historia de nuestra clase trabajadora – Parte II : Las luchas de clase en torno a la posesión de la tierra
Por Neco
El asunto de la tierra
En esta ficha se enfoca sobre un contenido que sirve de fondo a la formación de clases en Puerto Rico. El proletariado rural cañero, espina dorsal del impulso militante del movimiento obrero durante las primeras cuatro décadas del siglo veinte, se formó al calor de la expropiación forzosa de miles de pequeños agricultores. Por generaciones cultivaron sus predios e hicieron uso de terrenos comunales para la crianza de sus animales, pero les faltó el sentido burgués de propiedad privada y nunca hicieron gestiones para adquirir los títulos de propiedad sobre sus tierras. Muchas de éstas aparecían en los mapas de los catastros coloniales como terrenos baldíos susceptibles a la apropiación por ladinos agentes de las plantaciones de azúcar y las haciendas de café.
Mediante el endeudamiento con estos terratenientes que les facilitaban dinero contra la garantía de sus terrenos, o sencillamente por el uso de la fuerza, los grandes propietarios del azúcar y del café agrandaban su más importante medio de producción y de una vez iban creando la fuerza laboral desposeída para ser explotada descarnadamente.
Una parte importante de las raíces más antiguas de la formación de clases en Puerto Rico, por lo tanto, giró en torno al conflicto entre el uso de las tierras fuera del marco burgués de la propiedad privada, de la existencia de una agricultura sin título de propiedad sobre las fincas, y la apropiación privada de estas tierras comunales y de fincas no registradas en los catastros. Esa actividad de apropiación de un principal medio de producción precapitalista —la tierra de potencial agrícola— sirvió de base en Puerto Rico al nacimiento de la burguesía rural y del proletariado rural, clase que le brindó a la historia de nuestro movimiento obrero un contenido radical y militante.
Al final del período de conquista, durante el siglo dieciséis, surgieron conflictos serios entre latifundistas y estancieros —trabajadores agrícolas españoles llegados a la colonia en busca de tierras donde hacerse productores de importancia en la sociedad colonial.
Alrededor del poblado de Caparra, desde el río Sibuco en Vega Baja hasta el río Grande en Loíza, una docena de latifundistas había acaparado durante las primeras décadas del siglo dieciséis casi la totalidad de las tierras. La mayor parte de estas extensiones territoriales permanecía sin cultivarse. En todo caso, la poca actividad notable pudiera limitarse a la crianza de caballos finos, y la renta de algunos predios a pequeños agricultores. Para los latifundistas, gente que aspiraba a una existencia señorial, las tierras representaban sus pretensiones de privilegios aristocráticos y rentistas.
Opuestos a éstos, a los llegados de España a la colonia les apremiaba acceso a tierras fértiles protegidas en contra de las redadas de caribes y corsarios, cerca de los poblados y los cuerpos militares de España. No podían adquirir tierras protegidas que no fuera restándole tierras a los latifundios.
Los intereses de la Corona española requerían que su poblado en Caparra (y consecuentemente en San Juan) contaran con una actividad agrícola vigorosa, en primera instancia, para que pudiera alimentarse a los pobladores de esas villas, que incluían a sus tropas estacionadas allí, y más importante, para que se encaminara una actividad productora de mercancías de exportación que alimentara las casas mercantiles de Sevilla. Esto inclinaba la balanza política en el conflicto a favor de los agricultores, conocidos como estancieros. De España, por medio de cédulas reales a partir de la mitad del siglo dieciséis, llegaron instrucciones directas para el desmantelamiento de los latifundios y la otorgación de tierras a quienes quisieran fundar estancias de siembra de alimentos para el mercado local, y de producción de azúcar, tabaco, añil, jengibre y otras mercancías apetecidas en los mercados de Europa.
Entre la espada y la pared, la burocracia colonial se vio obligada a darle paso a las instrucciones reales que militaban en contra de los intereses de los latifundistas, con quienes los gobernantes coloniales mantenían lazos de parentesco y de beneficios mutuos.
Los latifundistas, en todo caso, no permanecieron de brazos cruzados y armaron turbas que atacaron violentamente a los estancieros que trataban de asentarse en tierras otorgadas por las instrucciones reales. Los estancieros se defendieron como pudieron y las tensiones amenazaron con desembocar en guerras sociales serias e incontrolables.
Esto ocurría mientras los corsarios franceses, daneses, holandeses y británicos habían comenzado a incursionar y asaltar diferentes poblados costeros de la colonia. Detrás de estos corsarios estaban los gobernantes de Francia, Dinamarca, Holanda y Gran Bretaña, y las casas comerciales de esos países, que apetecían una colonia como la de Puerto Rico, no sólo por su posición estratégica, sino por la fama que tenía la fertilidad de sus suelos.
Al gobierno colonial español no le quedó otra opción que la de hacer cumplir por la fuerza los decretos de la Corona. Algunos latifundistas que continuaron en rebeldía fueron arrestados y encarcelados como escarmiento por su resistencia. No fueron encarcelamientos prolongados, pero cumplieron el propósito de persuadir a los aspirantes a la aristocracia colonial a deponer sus pretensiones y alardes señoriales y permitir la conversión de sus latifundios en numerosas estancias productivas de alimentos para la población local y de mercancías agrícolas de exportación para las casas mercantilistas de Sevilla.
Con esa resolución del conato de guerra de clases, se inició, durante el balance del siglo dieciséis, una época de auge de la economía esclavista azucarera en torno a los partidos de San Juan y de San Germán. No hay que abundar sobre esta fase ya que apenas al comienzo del siglo diecisiete ya la economía esclavista azucarera había acumulado tantos estorbos y retrocesos que se sumió en un estado de estancamiento prolongado.
De regreso a la economía del latifundio
Con la crisis de la economía azucarera resurgieron los latifundios ganaderos durante el siglo diecisiete, alrededor no sólo de San Juan, sino también en las periferias de cuantos poblados de importancia que se fundaron durante aquellas décadas en los llanos costeros. Con estos hatos ganaderos latifundistas, y otros hatos menores que se insertaban donde el Estado colonial no podía imponer su control, recuperó su vigor la economía del contrabando que plagaba el esfuerzo colonizador de la Corona.
A partir de 1815, estos latifundios tuvieron que volver a ser desmantelados por instrucciones de la Corona de España y nuevamente en favor de una agricultura esclavista que favoreciera las casas mercantilistas en España.
El régimen español, desde mediados del siglo dieciocho, —en pleno despotismo ilustrado— dirigió nuevamente a sus colonias caribeñas hacia un desarrollo agrícola que beneficiara primero que nada a las finanzas de la Corona, pero que también impusiera un ordenamiento social que preservara la actividad económica de los medianos y grandes agricultores tabaqueros, azucareros y cafetaleros. Se fomentó nuevamente la actividad estanciera, productora de la autosuficiencia alimentaria de la colonia y de las mercancías agrícolas tropicales de exportación al mercado mundial como el azúcar, el tabaco, el jengibre y el café.
La política colonial que llegaba de España volvió a confrontar la fuerte oposición de los latifundistas que buscaron por todos los medios a su alcance para obstruir y atrasar la implantación de un régimen estanciero de producción agrícola —no ganadera— para la exportación y el enriquecimiento de las casas comerciales, en estos años principalmente de Barcelona.
A la larga, durante el siglo diecinueve volvió a imponerse la política de la Corona española y se estableció la primacía de la economía estanciera esclavista de exportación que, de todos modos, ya para mediados del siglo, promovió la centralización de la propiedad de la tierra —aunque ya no a la escala del latifundio— a costa de los pequeños y medianos estancieros.
Durante las últimas décadas del siglo diecinueve, la colonia española de Puerto Rico alcanzaría nuevamente su autosuficiencia alimentaria y generaría una economía estanciera de exportación, principalmente del café y también del tabaco y del jengibre, y otros productos como los de la siempre importante industria del azúcar, las mieles y el ron, organizada en plantaciones costeras, y cuya base laboral, hasta 1873, continuó siendo el trabajo esclavo.
Punto de partida
Estas dos primeras fichas sirven de punto de partida concreta a los conceptos de formación, luchas y guerras de clases. En esta colonia tropical se repiten los fenómenos sociales que yacen en las raíces de la formación de la burguesía rural en otras partes del mundo: la demarcación de la tierra en fincas cercadas de propiedad privada. En otras circunstancias históricas existió una fuerza laboral abundante que rápidamente se integró a una economía de mercado como jornaleros contratados individualmente. En las colonias tropicales más despobladas, en la que los trabajadores “libres” podían suministrar sólo una fracción de las necesidades laborales de la burguesía rural, la escasez de trabajadores se resolvió con el secuestro y esclavización de seres humanos nativos del África. De estos fenómenos parte la formación de nuestra clase trabajadora.
Se verá a lo largo de estas lecturas que otro hilo conductor es una contradicción interna a nuestra clase que todavía nos agobia. A pesar de la presencia de un componente revolucionario en la visión y la conciencia proletaria en Puerto Rico, generalmente se impuso una ideología cortoplacista de alivios a la deshumanizante miseria que experimentaron nuestros antepasados. En nuestro movimiento obrero ha imperado espontáneamente el reformismo y el economicismo tradeunionista que, como se verá, recibió en sus inicios un apoyo fortalecedor del sindicalismo norteamericano.
Para discusión:
¿Puede considerarse en su momento la economía estanciera esclavista, de la que saldrán la burguesía agrícola y el proletariado rural, como una de carácter progresista?
El asunto de la propiedad de la tierra persiste, aunque no de la perspectiva rural agrícola. Como proyecto de grupo se debe localizar, leer y discutir la Ley de Tierras de 1941 y debatir cuál debe ser el ordenamiento territorial para un futuro post revolucionario de Puerto Rico.