Gentrificación y clase obrera: una lectura marxista desde México hacia Puerto Rico
Por Isabelino Montes
El mar de contradicciones del orden económico capitalista resulta imparable. Mientras, de una parte, Estados Unidos intenta sacar a trabajadores inmigrantes del país, las condiciones de explotación e inseguridad que estos viven en sus lugares de origen los desplazan. De otra parte, las mismas condiciones de explotación que vive la clase trabajadora de EE. UU., que hacen insostenible una vida digna al llegar a la jubilación, también los expulsan de su propio territorio ante el alto costo de vida que impera en la nación norteamericana.
Estas corrientes migratorias de trabajadores que buscan un lugar seguro, ajustado a su realidad material para subsistir, nos llevan a conversar sobre la gentrificación más allá de un panorama limitado a las fronteras nacionales. Se trata de tocarlo de fondo ante el colapso de las relaciones de producción capitalistas. Como hemos señalado en escritos anteriores: la tierra es el medio de producción por excelencia del capital. La clase trabajadora, en su cadena histórica de explotación, carga con el récord de ser la clase más expropiada en el mundo. Por ello es urgente mirar la gentrificación desde esa realidad que emana de cómo la clase capitalista se apropia de un medio de producción y de un recurso natural como lo es la tierra.
Con este propósito, conversamos con Pavel, miembro del Partido Comunista de México, quien nos brindó un panorama de la situación de la vivienda y la gentrificación en su país, como ejemplo de que la lucha trasciende las migraciones de jubilados estadounidenses o europeos hacia México, y se enraíza en la estructura misma del mercado capitalista.
“Desde los años 80 se comenzaron a anular las conquistas impulsadas por Emiliano Zapata”
Nexo Revolucionario Media (NRM): Para adentrarnos al problema de la vivienda en México, ¿cómo se explica su trasfondo histórico?
Pavel: Desde los años 80, los gobiernos comenzaron a desarticular las conquistas adquiridas en la Revolución Burguesa de 1910-1919. Esa burguesía revolucionaria, tanto en el sur como en el norte, representada por Emiliano Zapata y Pancho Villa, logró políticas progresivas en cuanto al reparto de tierras a obreros y campesinos. Se colectivizó la tierra, se repartió a los campesinos y uno de los puntos clave de aquellas conquistas era que no podían venderlas. Si no se producían, esas tierras pasaban a otros campesinos que sí pudieran hacerlo.
Pero en los 80 comenzaron a anularse esas conquistas zapatistas. A través de reformas constitucionales, los campesinos perdieron tierras, que fueron acaparadas por grandes monopolios como Clemente Jacques y las industrias de la construcción.
Hasta 1982, México llegó a tener el 70% de la economía en manos estatales. En ese entonces, como ahora, muchos sectores de izquierda pensaban que la nacionalización era automáticamente el paso hacia el socialismo. Sin embargo, los sectores revolucionarios siempre distinguieron que no necesariamente: nacionalizar empresas no significa socialismo cuando el Estado está en manos de una minoría burguesa.
“No porque la economía esté en manos del Estado quiere decir que esté al servicio de los trabajadores”
Pavel: Esa es la diferencia entre el socialismo burgués y el socialismo revolucionario o proletario. Por eso decimos que las reformas de AMLO no son progresivas para los trabajadores, aunque se haya hablado de revertir la privatización. La función del Estado sigue siendo la de un intermediario del capital.
Con AMLO, la economía mexicana pasó del lugar 18 al lugar 12 a nivel mundial, en beneficio del capital. Esa gestión socialdemócrata fue continuada por la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, beneficiando los intereses capitalistas. México desplazó a países como Turquía y España en este avance capitalista, pero en términos de clase la lógica política no cambió. Los programas asistencialistas de Sheinbaum solo reparten migajas a los trabajadores/as, mientras los capitalistas se llevan la gran tajada.
El mercado de la vivienda: entre Slim, la especulación y el narco
NRM: ¿Cuál es la situación actual del mercado de la vivienda en México y cómo impacta a la clase trabajadora?
Pavel: El gobierno de Sheinbaum continúa la política de AMLO. Las relaciones con los monopolios financieros y de la construcción siguen en pie, a pesar de las promesas de viviendas de interés social.
Por ejemplo, entre 2000 y 2006, cuando AMLO gobernó la Ciudad de México, entregó prácticamente en usufructo el centro histórico de la ciudad de México a Carlos Slim. Sheinbaum ha mantenido la misma relación con otros gigantes capitalistas nacionales e internacionales de la industria inmobiliaria.
Con la promesa de casas de interés social, Slim adquirió todo el centro histórico. Pero no se construyeron universidades, hospitales ni escuelas, sino viviendas con precios elevados: inaccesibles para los trabajadores, accesibles solo al negocio inmobiliario.
Así se maximiza el negocio con monopolios internacionales como Airbnb, que entraron en sociedad con la socialdemocracia mexicana. Bajo este esquema aparece el fenómeno de San Miguel de Allende, Guanajuato, con la llegada masiva de jubilados estadounidenses que adquieren tierras y viviendas. Esto eleva el costo de los terrenos y expulsa a trabajadores mexicanos, que no perciben salarios comparables.
En ese proceso entra también el narcotráfico. La construcción sirve para lavar dinero, mientras grupos narcoparamilitares despojan comunidades enteras, abren paso a mineras canadienses y norteamericanas, y a la industria inmobiliaria. Esto genera violencia, cuotas impagables para la población y desplazamiento forzado.
“Los trabajadores nómadas son un síntoma, no la raíz del problema”
NRM: ¿Qué papel juega la migración internacional en este escenario?
Pavel: Tras los despojos, los costos de vivienda se disparan y aparecen los llamados trabajadores nómadas, con capacidad adquisitiva para rentar o comprar en esas zonas. Las protestas recientes en la Colonia Roma de la Ciudad de México, en Oaxaca y en Querétaro reflejan esa tensión.
Pero el problema no son los extranjeros que alquilan o compran. El fondo está en que el Estado mexicano pacta con la industria inmobiliaria capitalista, que concentra tierras en pocas manos y especula con la vivienda como mecanismo financiero. Los grandes especuladores, no los trabajadores nómadas, son los que deben ser combatidos.
“El camino es la lucha, porque la vivienda es un problema de clase”
NRM: Ante este panorama, ¿qué recomiendan a los jóvenes en lucha?
Pavel: Siempre hemos dicho que el camino es la lucha. Por eso apoyamos todas las movilizaciones de jóvenes, principalmente en la Ciudad de México. Sin embargo, la cuestión de la vivienda está atada a algo más profundo: la necesidad de transformar la sociedad y el modo de producción capitalista. Solo así se resolverá que la gente no solo tenga un techo, sino un techo digno.