“Los mataremos”: el mensaje del sheriff de Florida y la violencia del Estado capitalista
Por Isabelino Montes
Las tensiones crecen sin parar en Estados Unidos ante las políticas represivas del gobierno de Trump, un gobierno con inclinaciones fascistas que despliega su maquinaria policial y militar contra quienes se atreven a protestar. La represión ya no se esconde: se ejerce a plena luz del día y con amenazas explícitas de exterminio. No basta con arrestos masivos, redadas en fábricas y barrios obreros, deportaciones sin debido proceso ni aranceles que encarecen los medios de vida de millones personas. Ahora, la orden es matar.
El sheriff Wayne Ivey, del condado de Brevard en Florida, advirtió públicamente que sus agentes harán uso de fuerza letal contra manifestantes. En conferencia de prensa declaró:
“Si arroja un ladrillo, incendia algo, apunta con un arma, uno de nuestros agentes notificará a sus familiares dónde recoger los restos porque lo mataremos”.
La amenaza, envuelta en un discurso de “ley y orden”, no es un exabrupto aislado, sino una directriz clara desde el poder. Esta “luz verde” para ejecutar manifestantes es coherente con el rumbo que ha tomado el régimen de Trump y su Estado profundamente violento. A muchos puede parecerles una respuesta legítima ante protestas “violentas”. Pero ¿dónde empieza realmente la violencia?
La protesta no nace del capricho ni del caos. Nace como respuesta directa a la violencia sistemática de un gobierno que arresta trabajadores inmigrantes, que avala genocidios, que viola derechos humanos y que es dirigido por un convicto. El llamado vacío a protestar “pacíficamente” bajo tales condiciones no es más que burla.
Y no olvidemos quién lo dice. El sheriff Wayne Ivey no es precisamente un modelo de civilidad. Entre 2021 y 2023 promovió un espectáculo mediático llamado Wheel of Fugitive (Rueda del Fugitivo), donde difundía imágenes de supuestos fugitivos, sin importar si realmente lo eran. David Gay, una de las personas afectadas, lo demandó por difamación: Gay había sido incluido falsamente en los videos mientras cumplía probatoria o estaba en prisión. El daño fue real: perdió oportunidades de empleo.
Pero la cosa no termina ahí. En 2019, bajo la jurisdicción de Ivey, Timothy Chambliss fue brutalmente agredido por un oficial tras un arresto por presunta posesión de marihuana. El oficial Tyler Harrell, según la demanda, lo derribó y luego lo golpeó en la nuca con un brazo protésico. El caso fue llevado a juicio bajo la Ley 42 U.S.C. 1983. ¿Y este es el sujeto que quiere darnos cátedra de civismo y pacifismo?
Comparar el arsenal estatal con fusiles, tanques blindados, cuerpos armados y recursos ilimitados con las piedras, carteles o botellas de los manifestantes es un ejercicio obsceno de cinismo. Los manifestantes actúan en defensa propia. ¿Cómo se supone que se defienda el pueblo trabajador ante un gobierno que rompe el debido proceso legal, deporta sin audiencia y atropella derechos fundamentales? ¿Con flores y abrazos?
La violencia no comienza en la calle, comienza desde los despachos de poder, desde el aparato represivo e ideológico del Estado burgués. Y cuando ese Estado se descompone, la podredumbre no tarda en salir a la superficie. Recordemos: en plena campaña electoral, se multiplicaron los discursos incendiarios, los atentados, las amenazas cruzadas. Ahora vemos las consecuencias. El asesinato político de la congresista Melissa Hortman y su esposo, y el atentado que dejó gravemente heridos al senador estatal John Hoffman y su esposa, son parte de esa podredumbre. El atacante, disfrazado de policía, llevaba un manifiesto con decenas de nombres. El gobernador de Minnesota, Tim Walz, no dudó en llamarlo lo que es: un crimen político.
En este contexto de violencia estatal, nos piden “pacifismo”. Nos piden aguantar. Nos piden seguir las reglas los mismos que reprimen, deportan, explotan y asesinan. Pero la clase trabajadora no está obligada a obedecer esas reglas. Tenemos el derecho y la necesidad de organizarnos para resistir.
Nuestra defensa no puede ser improvisada ni meramente instintiva. Debe ser consciente, organizada, política. Es hora de construir comités de trabajadores, aparatos políticos independientes que tracen tácticas, preparen respuestas colectivas y pongan en jaque la ofensiva burguesa. Solo así podremos presionar para frenar las redadas, los asesinatos, las amenazas abiertas como las del sheriff Ivey. La mejor manera de abrumar al Estado capitalista es organizar el poder de la clase trabajadora contra los partidos de la burguesía: el demócrata y el republicano.
No necesitamos que Wal Mart ni los demócratas nos organicen marchas como la del pasado sábado 14 de junio, bajo el rótulo de “No Kings”. Nuestras marchas deben ser el reflejo de nuestro coraje, de nuestra necesidad de justicia, de nuestra necesidad de construir un mundo mejor. No permitamos que nos dicten cómo protestar quienes ordenan reprimirnos.