Las enfermeras al frente: el despertar de la clase trabajadora
Por Bianca Morales
El pasado jueves, 12 de junio de 2025, algo más que una protesta que se manifestó frente al Capitolio en San Juan: fue el primer gran paso de un sector esencial de la clase trabajadora —las enfermeras y enfermeros— hacia su propia emancipación política. La movilización, convocada bajo el lema “White Flu” por el colectivo de profesionales de enfermería, visibilizó una verdad irrebatible: cuando la clase trabajadora decide autorganizarse, sobrepasa no solo a los partidos burgueses, sino también a la burocracia sindical e incluso a la izquierda reformista que ha traicionado históricamente sus causas.
La convocatoria fue clara y contudente. Denunció la sobrecarga laboral extrema —hasta 20 pacientes por turno—, sueldos congelados entre $2,500 y $2,700 mensuales, y la grave crisis del sistema de salud. Líderes como Juan Carlos del Valle Figueroa, Iván Freire y Anthony Sánchez encabezaron la protesta, llamando a gremios, pacientes, familiares y la comunidad a luchar por condiciones dignas y por un nuevo modelo de salud en Puerto Rico.
Este gesto de autoconvocatoria, surgido desde las entrañas mismas del trabajo asalariado, contiene un germen de democracia obrera. En una colonia administrada por el atraso político de Jennifer González —representante local del fascismo MAGA— y un gobierno subordinado a los dictados de la Junta de Control Fiscal, la protesta marca una ruptura esperanzadora con la pasividad.
Al mismo tiempo, la movilización pone en evidencia la descomposición de la llamada "oposición". La alianza electoral entre el PIP y el MVC ya no existe. Su falta de unidad ideológica los hizo colapsar antes de poder aprovechar las elecciones como instrumento educativo para mostrarle al pueblo la decadencia del imperialismo estadounidense. Prefirieron apelar al viejo discurso de “gestionar mejor los fondos federales”, un recurso agotado que ya ni sirve a la clase trabajadora estadounidense. El espectáculo electoralista de figuras como Juan Dalmau es reflejo de un proyecto que se volvió puro faranduleo.
Mientras tanto, la Junta redirige esos fondos hacia los bolsillos de las grandes empresas capitalistas, sean locales o estadounidenses. Y sectores del independentismo burgués, como el que representa Rolando Emmanuelli con su “Plan Económico para un PR Soberano”, continúan vendiendo la fantasía de que EE.UU. regalará 36 mil millones si algún día concede la independencia. Creen que la soberanía capitalista basta para asegurar la prosperidad, imaginando convertir a Puerto Rico en una “Singapur del Caribe” sin advertir que eso implicaría desvalorizar aún más la fuerza de trabajo: sueldos más bajos y más explotación para poder competir en el mercado mundial.
Pero la realidad es otra. La mayoría de enfermeras y enfermeros que emigran a EE.UU. vienen de países soberanos bajo regímenes capitalistas: México, República Dominicana, Honduras, Nicaragua, Guatemala. La soberanía, si no rompe con el capitalismo, no garantiza bienestar. No es una cuestión de capricho: es una necesidad histórica.
Hasta figuras como Eliezer Molina, en quien se depositaron esperanzas de una alternativa política, han defraudado. En vez de organizar desde su posible escaño un nuevo proyecto político desde abajo, ha optado por apoyar a políticos tradicionales que han contribuido al colapso económico y social del país. Su silencio ante críticas desde sectores ambientales refleja una desconexión cada vez más profunda con las bases del pueblo.
Y sin embargo, es precisamente en este escenario de traiciones políticas, proyectos ilusorios y represión colonial que el paso dado por las enfermeras y enfermeros adquiere una dimensión estratégica. Juan Carlos del Valle Figueroa, enfermero y exaspirante a la Cámara por el MVC, es una figura con influencia dentro del sector, aunque su visión estadista lo contradice. No obstante, si él y otros líderes comienzan a organizar comités de trabajadores de la salud en todo Puerto Rico, desde una perspectiva de clase y no electoral, esa contradicción podría superarse. La organización obrera podría trascender la camisa de fuerza del MVC y de cualquier otro movimiento burgués.
Desde esa semilla, podrían nacer asambleas de trabajadores de la salud, verdaderos espacios de poder desde los centros de trabajo. No se trata solo de discutir condiciones laborales, sino de construir una fuerza política obrera, autónoma, capaz de planificar los servicios de salud y disputar el control de la economía nacional. En lugar de continuar sirviendo de carne de cañón electoral, podrían construir una organización política desde los centros de trabajo, que apunte directamente a la toma del poder por la clase trabajadora.
Pero esta transformación no se logrará con un solo sector. Será necesaria una unidad más amplia de la clase trabajadora, una coordinación intersectorial obrera que permita que trabajadores de distintos ámbitos —salud, educación, energía, transporte— se unan en comités para tomar en sus manos la producción y la distribución de los bienes y servicios esenciales. La clase trabajadora debe comenzar a administrar directamente la economía del país, no para enriquecer al capital, sino para planificar racionalmente según las necesidades humanas.
Sin ese control obrero de la producción, hablar de distribución de riqueza o servicios sociales universales es mera palabrería. Para sostener un sistema de salud universal, subsidiado por el Estado, hace falta desarrollar las fuerzas productivas bajo propiedad de la clase trabajadora. Esto solo es posible con una alianza regional antillana y caribeña que rompa con la lógica impuesta por el capital.
De lo contrario, ni la “soberanía” bajo el capitalismo, ni la “unión permanente” con un imperio en decadencia retendrán a los profesionales de la salud en Puerto Rico.
Este primer paso de las enfermeras y enfermeros es más que una protesta: es una posibilidad histórica de reorganizar políticamente a la clase trabajadora desde sus propios centros de labor, para dar nacimiento a una nueva fuerza política que rompa con la subordinación y el atraso. Un precedente que podría convertirse en una escuela viva de lucha y poder obrero y en un partido revolucionario de nuestra propia clase.