Marchemos hacia la República Obrera: a organizar comités de trabajadores, trabajadoras y de comunidades
Por Nexo Revolucionario Media
Aunque muchos sectores independentistas en la isla intenten desvincular el estatus colonial de las relaciones de producción capitalista, al ocultarlo no hacen más que evidenciar que lo que está en juego son acuerdos jurídicos y políticos que dejan intacta la verdadera condición de explotación. Esta misma condición se reproduce en las repúblicas burguesas, donde la independencia resulta estéril para garantizar un progreso digno a las mayorías trabajadoras. Sacarlo de ese contexto significa ir en sentido contrario al desarrollo histórico de la clase obrera e, incluso, desligarlo de las condiciones históricas que dieron origen al colonialismo.
Es bien conocido entre sectores independentistas que el capitalismo, como todo modelo histórico, no se forma por imagen ni semejanza divina, sino arrastrando todo lo que encuentra a su paso, como un río en crecida. Ante el falso “descubrimiento” de América —bajo el régimen decadente de la producción feudal y en medio de la gestación de relaciones precapitalistas— las invasiones de Occidente, primero con España y luego, de forma más estratégica, con Inglaterra, resultaron decisivas para el fortalecimiento del capital. Inglaterra se apropió de los territorios más ricos y convirtió a América en el centro que impulsó el desarrollo capitalista.
Por ello, el colonialismo ha sido históricamente la opresión y apropiación de las riquezas de una nación menos poderosa por otra más poderosa. En la formación del capitalismo, este proceso no fue la excepción: fue un punto culminante para expandir el capital hacia nuevas zonas. Esta es la razón por la cual no debemos reducir la descolonización a una independencia formal, sino orientarla hacia la verdadera emancipación: la ruptura de la explotación entre trabajo asalariado y capital. Ocultar esta verdad ha sido la característica predominante del independentismo en Puerto Rico y en la mayoría de los países del mundo.
Esto no es casualidad, sino parte de la naturaleza del nacionalismo burgués, que coloca la lucha de clases en un plano secundario y la reduce a la pugna entre facciones capitalistas.
Nacionalismo burgués y espejismos electorales
Los años de deterioro del colonialismo en Puerto Rico son también años de deterioro del capitalismo, donde resurgen sectores que promueven el independentismo. Pero se trata de sectores que buscan posicionar los intereses de la burguesía local y la pequeña burguesía, rezagadas en la competencia capitalista frente a los grandes monopolios imperialistas. Estas luchas son históricas: se han repetido en cada país que alcanzó su independencia. Puerto Rico tiene, en ese sentido, una burguesía atrasada que persigue lo que en América Latina se consiguió hace décadas, y que aún hoy no ha resuelto sus contradicciones a pesar de ser repúblicas burguesas.
Por la propia lógica de la competencia capitalista, ciertos sectores de la burguesía quedan atrapados y se rebelan contra las castas monopolistas que controlan la producción y distribución de mercancías, impidiéndoles acceso al libre mercado. Sin embargo, ese libre mercado es una ilusión: en el capitalismo prevalece quien acumula más capital. La visión política de esta burguesía es cada vez más limitada y contradictoria. Por eso vemos soberanías fracasadas, porque son proyectos obsoletos de una clase que ya no impulsa transformaciones históricas, como cuando destruyó el feudalismo, sino que se conforma con reformar el capitalismo. Sus intereses no responden a un cambio verdadero, sino a su sobrevivencia. Las verdaderas necesidades de transformación son las de la clase mayoritaria: la clase trabajadora.
Desde ese estancamiento político de una clase que no tiene fuerza para dirigir y desde ese colapso vemos la destrucción de nuestro país.
Independentistas que hoy lideran el discurso, como el PIP, arrastraron a sectores de izquierda y a la clase trabajadora más avanzada —incluyendo sindicatos— hacia las cúpulas obsoletas de la democracia electoral burguesa. Apostaron por las ilusiones del libre mercado capitalista, base ideológica del PIP y de la extinta Alianza. No es que la clase trabajadora no viera esto como estrategia, sino que lo grave es que se sostuvo sobre dos espejismos: el libre mercado, que ya demostró ser una mentira, y el apoyo de sectores del Partido Demócrata estadounidense, como Nydia Velázquez y Alexandria Ocasio-Cortez. Las elecciones pudieron usarse para organizar a la clase obrera de manera independiente al bipartidismo y a los partidos burgueses, pero la contradicción fue brutal: la izquierda que llama a la calle se arrodilló ante dos callejones sin salida.
Más aún: cuando hoy se habla de independencia, debemos recordar que en las elecciones el tema se esquivó y se sustituyó por la súplica de quién administraría mejor los fondos federales, aun sabiendo que serían recortados, aunque Dalmau hiciera “historia”. Aquella exposición pudo tener carácter educativo, pero prefirieron esconder la independencia bajo la alfombra.
Una independencia al servicio del capital transnacional
Porque el sector independentista, especialmente el PIP, reconoce que la colonia es un obstáculo para el avance del capital transnacional. Están listos para administrar una soberanía burguesa. Sus ideólogos, como Rolando Emmanuelli, lo saben: serán los arquitectos legales del capital transnacional, diseñando un cuerpo jurídico adaptado a nuevas formas de explotación. Estados Unidos no se opone a esto: mientras la riqueza pase por Wall Street, poco le importa si Puerto Rico es soberano o si adopta un “capitalismo verde”.
Este respaldo a la independencia burguesa no es nuevo: ha caracterizado al independentismo en Puerto Rico y en el mundo. Desde sus orígenes, el independentismo boricua estuvo formado por profesionales, intelectuales, pequeños comerciantes y burguesía local, alejándolo de las masas trabajadoras, que históricamente han respaldado al bipartidismo. Después de décadas de democracia electoral obsoleta, apenas en las últimas elecciones alcanzaron un resultado histórico con Dalmau.
El independentismo ha puesto la soberanía política por encima de los intereses inmediatos de la clase trabajadora, sin conectar con ella. Incluso el más cercano a la clase obrera fue Albizu, pero los trabajadores cañeros vieron la contradicción en los años treinta: el Partido Nacionalista no rompió con los hacendados criollos vinculados al monocultivo y a la exportación azucarera. ¿Cómo confiar en un partido que denuncia al imperialismo mientras mantiene lazos con los agroindustriales?
Esto abrió paso a los oportunistas del PPD, que nació dentro de organismos sindicales como la Confederación General de Trabajadores en los años cuarenta. Aprovechó para atraer demandas concretas: empleo industrial, ayudas sociales, infraestructura. Incluso adoptó un lenguaje “progresista”, denunciando a las azucareras estadounidenses y prometiendo “Pan, Tierra y Libertad”. El PNP replicó los mismos discursos oportunistas con la llamada "estadidad Jíbara" más tarde.
Décadas después, surgieron fuerzas como el PSP, el MPI y la Liga Socialista de Juan Antonio Corretjer, que intentaron radicalizar la lucha desde una perspectiva clasista. Sin embargo, predominó el sector electoral, representado hoy por el PIP.
Este desarrollo histórico consolidó la afiliación ideológica de las masas obreras al bipartidismo. Hoy esas masas obreras emigran a EE.UU. en busca de empleo, mientras las que permanecen sobreviven marginadas. Sus intereses políticos se inclinan hacia quienes prometan mejores condiciones de subsistencia. En cambio, quienes apoyan la independencia siguen siendo, en su mayoría, profesionales, pequeños empresarios, intelectuales y burgueses locales, sectores que esperan beneficiarse de un cambio soberano.
República Obrera: única salida ante el colapso
Por eso, hoy es vital descifrar el carácter de clase del independentismo y comprender que una independencia burguesa jamás representará los intereses obreros. Somos la clase desplazada en Puerto Rico y en el mundo, y no basta con proclamar una independencia que zigzaguee al compás del capital, ni menos aún condicionada por los imperialismos en pugna, sean los fascistas de la Casa Blanca o el Partido Demócrata que también ha reprimido a la clase trabajadora. En ese zigzagueo, no podemos poner la bandera por encima de la vida. Independencia debe significar empleos dignos y salarios sostenibles, no solo para un sector profesional, sino para toda la clase trabajadora.
Si no queremos que el país se vacíe y queden solo los millonarios, algunos profesionales y una masa marginada sobreviviendo con migajas, debemos hablar de una República Obrera e idearla desde la realidad material actual. La constitución de Comités de Trabajadores y Trabajadoras en cada centro laboral y en los barrios es indispensable. Estos comités, independientes de los partidos burgueses, son la base para construir una democracia obrera y una soberanía que no se limite a cambiar de amo.
Tareas inmediatas
Constituir comités obreros/as en todo Puerto Rico y en sectores estratégicos de la diáspora.
Impulsar un programa político acordado por la mayoría trabajadora.
Administrar directamente instituciones clave, como escuelas y la AEE, bajo control obrero.
Remover a cualquier representante que no cumpla el mandato colectivo y garantizar que ningún cargo gane más que un obrero calificado.
¡Por la República Obrera! ¡Por los Comités de Trabajadores/as ya!