La región en tensión por el mollero imperialista de EE.UU en el Caribe

Por Isabelino Montes

La situación en el Caribe vuelve a poner en evidencia las contradicciones del orden imperialista. Puerto Rico, sometido a un estatus colonial, es utilizado una vez más como punta de lanza en el despliegue militar de Estados Unidos. El gobierno colonial, encabezado por Jennifer González, actúa como marioneta en manos de Washington y se presta al juego represivo que impulsa Donald Trump tanto en el plano interno como en el internacional.

El mensaje de Trump al mundo

Bajo el lema “Make America Great Again”, Trump y sus aliados buscan reafirmar la hegemonía militar de Estados Unidos en la región. El despliegue contra Venezuela pretende dejar claro que en este hemisferio mandan ellos y, al mismo tiempo, enviar un mensaje de advertencia al nuevo polo capitalista encabezado por China. El imperialismo norteamericano recurre a su vieja estrategia: sembrar miedo, exhibir poder y justificar la represión bajo el discurso de la seguridad.

En este contexto, Jennifer González representa el rostro colonial que blanquea las atrocidades históricas del imperialismo. Puerto Rico se mantiene como plataforma militar y, con ello, se legitima la intervención en nombre de una supuesta estabilidad regional. Trump refuerza así la política más retrógrada y arrogante, la de un país que pretende imponerse como juez y verdugo sobre el resto del mundo.

El narcotráfico como excusa de guerra

Para sostener este teatro, utilizan el mismo caos que el sistema capitalista genera. El narcotráfico, negocio que ellos mismos alimentan y financian, se convierte en la excusa perfecta para justificar nuevas incursiones militares. Las amenazas contra Venezuela, rechazadas por el pueblo, ponen en riesgo a miles de civiles. A esto se suma la clasificación de organizaciones como el Tren de Aragua o el llamado Cartel de los Soles como grupos terroristas, abriendo el camino a operaciones represivas como la ejecución sumaria de once supuestos narcotraficantes en el Caribe, sin pruebas ni proceso judicial alguno.

El militarismo no se limita al Caribe. También se despliega contra las protestas en California, en apoyo a las redadas de ICE, en las calles de Washington y con planes de extenderse a ciudades como Chicago. Ahora las maniobras militares en Puerto Rico demuestran que el imperialismo necesita exhibir fuerza dentro y fuera de sus fronteras para mantener a raya a quienes se atrevan a desafiarlo.

Un imperio en decadencia

Nada de esto es casual. Todo responde a la descomposición del imperialismo estadounidense y a su necesidad de distraer al mundo de su inevitable decadencia. Washington ya no puede resolver sus problemas internos ni sostener la hegemonía que tuvo en el pasado. El país se desmorona y su despliegue militar busca un objetivo claro: contener el avance del capital chino y preparar una nueva fase de acumulación capitalista.

Esa transición hacia una producción más automatizada dejará a miles de trabajadores en la calle y reducirá las jornadas para aumentar las ganancias de la clase capitalista. El despliegue represivo, tanto dentro como fuera de Estados Unidos, no está dirigido contra el narcotráfico, sino contra la clase trabajadora. Es la antesala de un reacomodo en el que el capital busca levantarse de sus ruinas imponiendo, una vez más, la supremacía del capital sobre el trabajo asalariado.

La falsa oposición y la salida obrera

Los demócratas tampoco quedan fuera de este juego. Son cómplices del mismo forcejeo imperialista y representan la otra cara de la moneda. El Estado, en su conjunto, se prepara para contener el descontento social y mostrar a la clase trabajadora que su capacidad represiva sigue intacta. Mientras tanto, Washington negocia con Maduro la compra y venta de petróleo, mientras Chevron se enriquece con los cargamentos que parten hacia Estados Unidos.

En medio de esta trama, la clase trabajadora no puede dejarse engañar ni por Trump ni por Maduro. Ambos representan proyectos autoritarios que aplastan a los pueblos para mantener intacto el orden capitalista. La alternativa no está en la sumisión ni en la resignación, sino en la organización internacional de la clase obrera.

Frente a la hipocresía, el autoritarismo y la injerencia extranjera, la consigna debe ser clara y contundente:

¡Ni injerencia extranjera, ni autoritarismo, ni hipocresía del gobierno de Maduro y de Trump!

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