Oportunismo demócrata: cómo convierten las protestas en votos para el capital

Por Isabelino Montes

Las manifestaciones recientes contra las redadas de ICE y las deportaciones, como la convocada bajo el lema “No kings”, reflejan un impulso legítimo de lucha contra la avanzada fascista en Estados Unidos. Mientras el sistema imperialista se descompone bajo el peso de su propia crisis, estas protestas surgen como terreno fértil para el despertar político de la clase trabajadora. Sin embargo, la radiografía de estas movilizaciones revela una verdad inegable: no son dirigidas por los sectores más combativos del pueblo, sino por los rostros “progresistas” del capital. Una vez más, el Partido Demócrata busca canalizar el coraje social hacia el callejón sin salida del voto.

Detrás de los megáfonos, las pancartas y las convocatorias está el ala izquierda del Partido Demócrata, impulsada por organizaciones como Indivisible, MoveOn, Public Citizen, Human Rights Campaign y más de cien agrupaciones con vínculos orgánicos al aparato electoral demócrata. En estas convocatorias no solo participaron comités estatales del partido, sino también figuras como Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez, quienes no están acompañando al pueblo en lucha, sino redirigiendo su energía a la farsa electoral a través de su influencia en organizacines como Movimiento 50501.

La hipocresía llega al punto de que Christy Walton, heredera del imperio Walmart, financió anuncios de página completa en New York Times en “apoyo” a las manifestaciones. ¿Apoyo genuino? Nada más lejos de la verdad. Su gesto, como los de tantos capitalistas, es parte del negocio. Walmart es uno de los mayores beneficiarios del Estado. A través del programa Work Opportunity Tax Credit (WOTC), la empresa recibe hasta $9,000 por cada trabajador inmigrante que cumpla ciertas condiciones: ser beneficiario de SNAP, vivir en zonas empobrecidas o ser refugiado con estatus temporal. En total, Walmart podría estar ahorrándose $1,762.5 millones al año, combinando $262.5 millones en créditos fiscales WOTC y $1.5 mil millones en subsidios públicos como cupones de alimentos y Medicaid.

Con ese dinero ya se hubiesen podido otorgar miles de ciudadanías a los trabajadores/as inmigrantes que sostienen este país. Pero para el capital, el inmigrante es mercancía barata, no sujeto político. Por eso, tanto los demócratas como los republicanos legislan y administran la inmigración de acuerdo a las necesidades del capital, no del pueblo trabajador.

No se trata simplemente de que los demócratas participen en las manifestaciones. El problema es que las dirigen, manipulan y absorben. Así fue con Occupy Wall Street en 2011: mientras los activistas acampaban, el Comité Demócrata para el Congreso (DCCC) recogía firmas y enviaba correos de campaña. Así fue también con Black Lives Matter tras el asesinato de George Floyd: utilizaron las consignas, captaron apoyo electoral, y luego —una vez en el poder— ignoraron las demandas centrales como reducir el presupuesto policial. Lo mismo ocurre hoy: ONG’s como Open Society, Ford y Borealis, estrechamente ligadas al Partido Demócrata, han canalizado más de $100 millones al movimiento, minando su independencia y subordinándolo a los intereses del capital “progresista”.

Ni siquiera los sindicatos escapan. AFT y NEA, históricamente ligados al Partido Demócrata, son abandonados cuando los maestros se lanzan a la huelga. Entonces, tanto demócratas como republicanos actúan con la misma represión: multas, amenazas legales, órdenes judiciales. Pero antes, claro, prometen “apoyo” a sus demandas.

Recordemos 2006. Millones marcharon en más de 250 ciudades en el llamado “Un Día Sin Inmigrantes”, desafiando la ley HR4437 que criminalizaba la inmigración indocumentada. El Partido Demócrata aprovechó ese momento para impulsar el registro electoral. El 55 % del voto latino fue para ellos en las legislativas de ese año, y en 2008, Obama ganó con el 67 % del voto latino. ¿Resultado? Récord histórico de deportaciones: 2.5 millones de personas expulsadas entre 2009 y 2017. La historia no miente.

Hoy, como entonces, las grandes movilizaciones cargan una energía poderosa. Pero el contenido político que las guía sigue dominado por los millonarios, ONG’s y operadores demócratas que impiden la organización política autónoma de la clase trabajadora. Esa es la trampa. Nos ofrecen inclusión mientras preservan intacto el aparato que nos explota.

¿Ideas para hacer?

El momento exige organización política propia, permanente y de clase. No podemos seguir dejando que nuestras luchas sirvan de escalera a los oportunistas de turno. Debemos impulsar comités de trabajadores inmigrantes, desde los barrios, centros de trabajo y escuelas, que formulen su propio programa político para:

1. Redirigir los fondos que hoy reciben ONG’s y empresas como Walmart hacia un programa de doble ciudadanía automática para trabajadores inmigrantes con más de 5 años laborando en EE.UU., sin antecedentes legales.

2. Rechazar la “ciudadanía comprada” para millonarios y promover la ciudadanía como derecho vinculado al trabajo, no al dinero.

3. Reconocer a los comités de trabajadores inmigrantes como los organismos legítimos para definir la política migratoria desde una perspectiva de clase.

4. Salario igual y derechos laborales plenos para todos los trabajadores inmigrantes, con o sin papeles.

La solidaridad de clase ya se manifiesta en las calles. Pero hay que elevarla al plano organizativo y político. La historia ya nos enseñó que los demócratas no son aliados. Son el disfraz progresista del mismo sistema que nos deporta y nos encarcela. La tarea está clara: organizar una alternativa obrera, desde los centros de trabajo y los barrios, sin partidos burgueses, ni fundaciones, ni herederos de Walmart.

El momento es ahora. La traición está documentada. La historia nos exige levantar una organización de clase capaz de defender a los trabajadores inmigrantes y a toda la clase trabajadora explotada en este país. No más concesiones. No más votos regalados. ¡Tomemos las calles, pero también la dirección de nuestras luchas!

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