Más Allá del Sindicato: La Clase Obrera y la Construcción de Comités Autónomos

Por Isabelino Montes

Serie de escritos. Tercera Parte

Los sindicatos limitan, los Comités de Trabajadores y Trabajadoras construyen poder desde abajo. ¡Organízate y transforma!

Los sindicatos limitan, los Comités de Trabajadores y Trabajadoras construyen poder desde abajo. ¡Organízate y transforma!

El capitalismo se desmorona sobre sus propias contradicciones, dejando en evidencia el sometimiento de su democracia a los intereses de la clase adinerada. En este escenario, la clase trabajadora enfrenta el desafío de trascender las formas tradicionales de organización y construir estructuras que no solo resistan la explotación, sino que sienten las bases de un poder político propio.

Desde los inicios del capitalismo, los/as trabajadores/as han ensayado diversas formas de organización para enfrentar la explotación. En el siglo XIX, los luditas y cartistas protestaron contra la mecanización que amenazaba sus empleos, mientras que las primeras asociaciones de oficio y sociedades de ayuda mutua dieron paso a los sindicatos. A medida que la organización obrera maduraba, estos sindicatos se transformaron en herramientas de mayor alcance, dando origen a organizaciones políticas revolucionarias como la Primera Internacional en 1864.

Estos procesos culminaron en momentos históricos en los que la clase trabajadora demostró su capacidad de disputar el poder. La Comuna de París de 1871 y la Revolución Rusa de 1917 son ejemplos donde la organización obrera no solo resistió, sino que planteó una alternativa al dominio burgués. Sin embargo, la burguesía ha tergiversado o borrado la historia de estos eventos, minimizando su impacto en la conciencia colectiva de la clase obrera.

Las conquistas laborales logradas a través de estas luchas —como la jornada de ocho horas, el salario mínimo, las pensiones, el acceso a la salud y la educación gratuita— no fueron concesiones del capitalismo, sino resultados de la madurez política de la clase trabajadora y su capacidad organizativa.

Los sindicatos: productos del capitalismo

Los sindicatos nacen dentro de la sociedad capitalista como una necesidad de los trabajadores para defenderse de la explotación. Sin embargo, al operar dentro del marco legal burgués y las propias leyes económicas del capital, se ven limitados a la negociación de condiciones laborales sin poder cuestionar el origen del problema: el propio sistema capitalista.

A medida que se desarrollaron, muchos sindicatos fueron absorbidos por las propias dinámicas del capital. Sucesos históricos que no pueden ocultar las contradicciones de tal subordinación ante el capital caracterizan eventos desagradables en cuanto a la relación con la mafia, la burocratización y la conversión en corporaciones de inversión. Por lo que debemos ser críticos como trabajadores/as conscientes en ver como muchos sindicatos han sido integrados al sistema, alejándose de sus objetivos originales. En muchos países, los sindicatos han terminado funcionando como administradores de la explotación laboral, gestionando mejoras dentro del sistema sin desafiarlo realmente.

En Puerto Rico, la historia sindical ha estado marcada por la subordinación colonial. Sus raíces se remontan a finales del siglo XIX, durante el dominio español, pero su desarrollo se aceleró con la invasión estadounidense de 1898. Los trabajadores puertorriqueños fueron influenciados por los movimientos obreros internacionales, pero también sometidos a la influencia de los sindicatos estadounidenses, muchos de los cuales estaban subordinados a las dinámicas del capitalismo.

Tras la Segunda Guerra Mundial, con la implantación del proyecto Operación Manos a la Obra, las empresas estadounidenses, en alianza con el gobierno local, intentaron desmantelar los movimientos obreros para atraer inversión extranjera. Aunque algunos sindicatos resistieron, el sindicalismo quedó atrapado dentro de las estructuras burguesas, limitado a la negociación dentro del sistema capitalista.

En las últimas décadas, el bipartidismo ha profundizado esta subordinación, debilitando aún más la organización sindical. Las reformas laborales han fomentado el empleo precario y dificultado la sindicalización. Como resultado, las limitaciones de los sindicatos se han hecho más evidentes, y la lucha política obrera requiere nuevas formas de organización capaces de superar los obstáculos impuestos por la democracia burguesa electoral.

El papel de los Comités de Trabajadores y de Barrios

A medida que el capitalismo entra en crisis y los sindicatos pierden fuerza, la creación de Comités de Trabajadores y de Barrios se presenta como una alternativa necesaria. A diferencia de los sindicatos, que operan dentro de los márgenes de la legalidad burguesa, estos comités son estructuras autónomas de lucha y organización política.

Los Comités de Trabajadores y de Barrios no se limitan a negociar con los empresarios o presionar a los gobiernos. Pueden tomar decisiones y ejecutarlas directamente en los centros de trabajo y en las comunidades. Mientras los sindicatos buscan aumentos salariales mediante acuerdos, un Comité de Trabajadores puede establecer mecanismos propios para garantizar estos aumentos de manera inmediata. Estos comités pueden designar delegados a asambleas municipales, paralizar la producción como medida de presión y consolidar una estructura política basada en la autogestión obrera a nivel nacional.

Históricamente, los sindicatos han servido como semilleros para la formación de obreros revolucionarios. Organizaciones como los Industrial Workers of the World (IWW) y la International Longshore and Warehouse Union (ILWU) promovieron la conciencia de clase más allá de la lucha económica. Sin embargo, la represión del macartismo en las décadas de 1940 y 1950 debilitó a los sindicatos combativos, consolidando una cultura de miedo que alejó a la clase trabajadora de la organización revolucionaria. En ese sentido, alejarse del dominio empresarial implica una reorganización sindical que vuelva a estimular el desarrollo en la formación de obreros/as revolucionarios.

Aquí radica la diferencia fundamental entre los sindicatos y los Comités de Trabajadores: mientras los primeros nacen como producto del capitalismo para la defensa inmediata de los trabajadores dentro del sistema, los segundos son la expresión de la madurez política de la clase obrera que en el pasado recientes a logrado verse. Los comités no solo buscan mejoras laborales, sino que representan una estructura de poder alternativa al Estado burgués. Son la parte avanzada de la organización política obrera, la que debe trascender la lucha sindical y construir las bases de un nuevo orden social basado en la democracia obrera.

Reflexiones finales

Los Comités de Trabajadores no compiten con los sindicatos, sino que los fortalecen y los superan. Representan la vanguardia de la organización política obrera, trascendiendo la lucha por reformas y abriendo el camino hacia la construcción de un poder propio.

Su debilidad radica en limitarse a luchas aisladas, más bien deben consolidarse a nivel nacional, garantizando una estructura de organización permanente. La historia ha brindado grandes ejemplos de organización obrera; el reto actual es aprender de ellos y avanzar según las condiciones actuales.

Frente a este escenario, es necesario preguntarnos:

• ¿Qué sectores de trabajo son propensos a desarrollar Comités de Trabajadores?

• ¿Qué papel juega hoy la clase trabajadora para aprender de su historia y dar un paso adelante en su organización política?

La historia nos ha dado grandes ensayos de organización obrera. Ahora, la decisión de avanzar está en manos de los trabajadores y trabajadoras.

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