La energía no se vende: artistas en pie de lucha contra LUMA y Genera

Por G. Torres

El arte volvió a ser trinchera. Esta vez, no desde un escenario institucional, sino desde el corazón mismo del descontento. Un grupo del sector artístico de la clase trabajadora se manifestó recientemente en Puerto Rico para denunciar el catastrófico efecto que la privatización del sistema eléctrico ha tenido sobre la vida del pueblo trabajador. Con obras, canciones y palabras cargadas de memoria, dolor y dignidad, estos artistas levantaron su voz contra la dilación, el abandono y el cinismo de un gobierno colonial que ha entregado la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) al mejor postor corporativo privado.

Los manifestantes pusieron el cuerpo, la palabra y el arte al servicio de una denuncia necesaria: la privatización no ha traído eficiencia ni fiabilidad, sino muerte, precariedad y servicios esenciales perdidos para el “buen vivir”. Así lo dejaron claro las cruces colocadas en la tarima: símbolos del alto costo humano de un sistema eléctrico fallido que ya no responde al interés común.

El negocio eléctrico, bajo control del capital

Lo que para algunos se presenta como una “transformación del sistema energético” es para la clase trabajadora un proceso de desmantelamiento planificado. Un negocio entre corporaciones privadas contratadas por el Estado colonial —que actúa como intermediario servil de los partidos en el poder— cuyo único fin es la maximización de ganancias a costa del trabajo ajeno. Mientras el servicio eléctrico queda relegado a un segundo plano, el gobierno pacta y negocia en nombre del “interés público” lo que en realidad es una puja por beneficios empresariales privados.

Las empresas no compiten por mejorar el servicio, sino por la mejor tajada del botín. La clase trabajadora, sin voz en estas negociaciones, queda atrapada en una burocracia dirigida por el dinero, rehén de un modelo que mata en nombre del progreso. La desconfianza de la clase obrera no es una sospecha infundada, sino una conciencia forjada por la experiencia cotidiana de apagones, facturas impagables y vidas interrumpidas.

Demandas claras desde la tarima

Las demandas expresadas durante la manifestación no son abstractas ni románticas. Son exigencias concretas, construidas desde la vivencia y el conocimiento de quienes sostienen la vida en la isla. Entre ellas destacan:

1. Detener de inmediato el proceso de privatización energética.

2. Reconocer que Puerto Rico cuenta con los mejores recursos humanos para operar un sistema público y eficiente.

3. Transformar la AEE en una corporación nueva, distinta, democrática y totalmente despolitizada.

4. Restituir el rol completo de la AEE en la generación, transmisión y distribución de energía.

5. Atender el pago justo y definitivo de las pensiones de trabajadoras y trabajadores de la AEE.

6. Poner fin al papel secundario de las energías renovables y planificar su desarrollo con verdadera coordinación y supervisión.

Artistas como Ángel Vázquez (escritor y productor), Raquel González (cantautora), Renault Monclova (actor), Kike Estrada (caricaturista), Cristina Soler (actriz) y el grupo musical Mapeyé acompañaron esta gesta colectiva. No como figuras decorativas, sino como trabajadores del arte que reconocen su lugar dentro de la misma lucha obrera.

Más allá del arte: organización y dirección de la clase trabajadora

Sin embargo, estas expresiones no pueden quedarse en la tarima. Es necesario que estas manifestaciones se replieguen bajo dirección política de la clase trabajadora en general. No para cargarle las maletas a los frentes electorales que buscan aglutinar votos con alianzas como la del PIP y el MVC, sino para avanzar hacia la creación de comités obreros/as energéticos que tomen el control directo de la administración de la AEE.

La exigencia de transformar la AEE en una corporación democrática y despolitizada sólo puede concretarse si es controlada por trabajadores y trabajadoras organizadas, no por tecnócratas ni “ciudadanías neutrales” desligadas de intereses de clase. Dejarlo en el aire, sin claridad organizativa, equivale a repetir el eslogan vacío de “Yo no me quiero ir de aquí”, que romantiza el arraigo sin cuestionar quién lo hace posible y quién lo destruye.

Propuestas desde los centros de trabajo y los barrios para transformar el país

Esta manifestación artística debe ser un ejemplo para la Coordinadora Sindical. Es urgente la unidad obrera para reclamar que parte de los ingresos generados por la residencia de Bad Bunny se destinen a:

Desarrollar la producción energética bajo comités de trabajadores/as de la AEE.

Aumentar los salarios del personal de la industria turística (hoteles, transportistas, Airbnbs, paradores).

Mejorar los ingresos de trabajadores/as de fábricas que producen mercancías destinadas a este sector.

El nacionalismo cultural no construirá la verdadera residencia. Esa solo podrá surgir desde los centros de trabajo y los barrios, desde el control obrero de la producción y los servicios. Porque a quienes desplazan, empobrecen y silencian no es a una nación abstracta, sino a una clase trabajadora concreta. Y es en nombre del mercado transnacional, envuelto en banderas, donde la burguesía estadounidense ha logrado entrampar al movimiento obrero y la izquierda bajo discursos de libertad vacía.

La clase trabajadora debe tomar la palabra, la calle y la energía electrica

La energía electrica no puede seguir siendo negocio de pocos. Es vida, es salud, es soberanía real. El arte que se levantó en esta manifestación es un grito que debe multiplicarse en fábricas, escuelas, hoteles, campos y barrios. Porque si la energía nace del trabajo humano, es justo que esté en manos de quienes la hacen posible. No más dilaciones. No más excusas.

Es hora de que los comités de trabajadores tomen el control de la producción energética.

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