El sheriff Wayne Ivey, del condado de Brevard en Florida, dejó clara la brutalidad del Estado capitalista al amenazar con matar a manifestantes que se atrevan a desafiar el orden impuesto. Su discurso no es un exceso aislado, sino el reflejo de un aparato estatal que, bajo el mandato de Trump, se lanza contra la clase trabajadora e inmigrante con redadas, deportaciones y asesinatos políticos. Este artículo expone cómo la violencia no nace en las calles, sino en los despachos del poder, y llama a la organización de la clase obrera frente a la represión.

El 12 de junio de 2025, las enfermeras y enfermeros de Puerto Rico protagonizaron algo más que una protesta: dieron el primer paso hacia la autorganización de la clase trabajadora, desbordando partidos, sindicatos burocráticos y la izquierda reformista. Su lucha no solo denuncia la explotación brutal del sector salud —con sobrecargas, sueldos miserables y un sistema colapsado por la Junta de Control Fiscal y el capital—, sino que plantea la necesidad urgente de construir un poder obrero propio, capaz de planificar y administrar la economía para las necesidades del pueblo y no para el lucro empresarial.

Las redadas de ICE no solo persiguen inmigrantes: buscan desmantelar comunidades obreras y reducir la fuerza de trabajo para acelerar la automatización capitalista. En esta ofensiva, el fascismo y la economía se cruzan, revelando la violencia estructural del sistema y la urgencia de una respuesta organizada desde abajo.

Mientras nos repiten que el pueblo pobre es una carga para el Estado, el verdadero parasitismo pasa desapercibido: LUMA, Genera PR, POLITANK y las aseguradoras del Plan Vital se embolsillan miles de millones en fondos públicos sin rendir servicios dignos. No son los beneficiarios del PAN quienes viven del gobierno: es la élite empresarial que saquea al país con contratos, cabildeo y abandono institucional.

La muerte de la enfermera Joma Ferrer tras un turno extenuante destapa nuevamente la brutalidad del sistema de salud privatizado en Puerto Rico. Mientras las aseguradoras se lucran con miles de millones en fondos públicos, las trabajadoras enfrentan jornadas inhumanas, fatiga crónica y abandono institucional. Esta nota denuncia cómo el modelo capitalista de salud cobra vidas, y llama a la organización obrera como única salida ante la crisis.

Ante la crisis del capitalismo y el desgaste de los sindicatos tradicionales, la clase obrera enfrenta el reto de construir nuevas formas de organización que trasciendan la mera negociación laboral. Los Comités de Trabajadores y de Barrios emergen como alternativa autónoma y democrática, capaces de resistir la explotación y sentar las bases de un poder político propio, superando los límites impuestos por el sistema y abriendo camino hacia la autogestión y la transformación social.

En esta segunda entrega de la serie sobre los Comités de Trabajadores/as y de Barrios, Isabelino Montes plantea una estrategia directa y transformadora: tomar las legislaturas municipales desde abajo. Frente al estancamiento del bipartidismo y el dominio capitalista en los municipios, propone que la clase trabajadora organice comités que lleven sus propios delegados a esos espacios, impulsando leyes y presupuestos que respondan a las verdaderas necesidades del pueblo. La meta no es solo resistir, sino gobernar.

Ante el colapso del sistema político colonial y la traición constante del electoralismo, se abre paso una alternativa real: los Comités de Trabajadores y de Barrios. Esta propuesta surge desde la urgencia de construir una democracia obrera, basada en el poder directo de quienes trabajan y viven las consecuencias del saqueo y la privatización en Puerto Rico.

La "guerra comercial" entre China y EE.UU. no fue más que una cortina de humo. Mientras Trump y sus aliados jugaban con aranceles, las grandes corporaciones como Apple y Tesla aceleraban la automatización, desplazando a miles de trabajadores. El verdadero conflicto no es entre naciones, sino entre clases: capitalistas que acumulan riquezas y trabajadores que pagan el precio con desempleo y miseria.

En Jugando Pelota Dura, figuras como Jorge Colberg y Ferdinand Pérez atacan a la clase trabajadora, llamándola “vaga”, mientras ignoran los salarios de hambre, la economía informal y la explotación que sufren miles. Pero las cifras son claras: la pobreza no es vagancia, es consecuencia de un sistema que enriquece a unos pocos a costa del trabajo de muchos.

En medio del discurso oficial de recortes y austeridad, se esconde una operación colonial de saqueo: los fondos federales que pagamos con nuestro trabajo no regresan en servicios, sino que terminan en manos de Wall Street a través de la Junta de Control Fiscal. Este artículo denuncia cómo los recortes federales son parte de una maquinaria que empobrece al pueblo y enriquece al capital, mientras la clase política local administra la colonia al servicio del imperio.

Tras las marchas del Primero de Mayo, surge una inquietud urgente: ¿hasta cuándo la clase trabajadora dependerá de estructuras políticas burguesas que no le representan? En ciudades como Chicago, el protagonismo de ONGs financiadas por el Estado evidencia cómo el Partido Demócrata canaliza la protesta hacia la pasividad, mientras mantiene a los trabajadores inmigrantes sin derechos plenos. En Puerto Rico, aunque las convocatorias siguen en manos sindicales, persiste el reto de construir poder político obrero desde abajo, sin filantropía ni partidos que administran la explotación.